Era rubia, de ojos claros, extremadamente delgada, y con cara de desesperación. Con
estos datos, miles de mujeres podrían ser identificadas en aquel mismo pabellón, está
claro que no sé nada sobre la chica con quien compartí celda y que me salvó la vida.
Mi padre era un oficial de alto rango de las SS. Hacía un año y medio que él mismo me
había recluido en el subcampo de concentración para mujeres de Melk en
Mauthausen por huir de la Alemania nazi. Que no tenía elección había sido sido su
explicación. Era la mayor estupidez que había oído hasta entonces, a mis quince años.
Siempre tenemos oportunidad de elegir, aunque eso suponga que una bala de taladre
cabeza. Por lo que pienso que no se vio obligado, si no que escogió prescindir de su
única hija.
Debido a su posición tenía algunos privilegios; una ración de comida un poco
más abundante, un trabajo no muy cansado; ajustaba tuercas en una fábrica de
armamento cercana, y solo compartía celda con otra chica.
Esta estaba enferma, supongo que de tuberculosis, y era muy reservada de hecho siempre pensé que no hablaba alemán hasta que un día, cuando llegó la noche, me llamó.
-Tú, mira en mi bolsillo.
Tosía, temblaba, sudaba. Pensé llamar a un guardia, pero luego me percaté de lo ridícula
que era mi idea, no eramos más que escoria para ellos. Así que gateé hasta ella y busqué
en el bolso de sus raídos pantalones. Saqué un libro, Main Kampf en letras negras.
Conocía el libro, era una autobiografía de Hitler en la que estaban reflejadas sus ideas
racistas. Mi padre lo llevaba siempre con él.
Lo abrí, a este le faltaban unas cuantas hojas, vi que sobre los textos alguien había
escrito. Fue entonces cuando ella me agarró por un momento y luego me soltó. La
toqué. Tenía los ojos cerrados, gotas de sudor discurrían por sus mejillas. Traté de
incorporarla pero pesaba demasiado. Entonces comprendí que todo sería nulo, había
muerto. .
Tras quedarme inmóvil durante unos minutos, pensando que debía hacer, recordé que aún tenía el libro en mis manos. Comencé a leer lo que un segundo escritor había anotado encima de las letras que querían dar razón al nazismo.
Era el esbozo de un posible escape. Ella pensó en descolgarse por la ventana y correr
hasta la alambrada, no sería imposible, los niveles de seguridad de aquel campo no eran
muy altos debido a que estábamos en medio de la nada, si alguien conseguía escapar moría
perdido. Seguí leyendo, al otro lado, fuera de los lindes del campo su hermano estaría
esperando. Mañana seré libre, rezaba la última anotación. Miré la fecha, lo había escrito
ese mismo día.
Me asomé y miré la garita, avancé la vista hasta la alambrada y más allá vi el bosque. Dos
minutos después vi como el centinela recogía y se iba; el cambio de turno. Era mi
oportunidad.
Con el salto me rompí los tobillos. El dolor se me hacía imposible, pero esto no me
detuvo. Corrí, me caí, me arrastré, me levanté y traspasé la alambrada. Me desplacé,
como pude, al rededor de medio kilómetro más, hasta que le encontré.
-Hermana.- me cogió en brazos.
Aún no le dicho la verdad. No lo veo necesario, los dos sabemos que yo no soy su
hermana, pero ahora ambos somos libres y la mentira es un poco más dulce.
1 comentario:
Se trataba de escoger a una persona REAL que hubiera cambiado tu vida o te hubiera impresionado. De todas formas lo daremos por bueno. La próxima vez fíjate bien en el enunciado.
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