domingo, 11 de enero de 2009

TAREA ONCE

Abrí la puerta, miré atrás una vez más y me adentré en la habitación. Me movía con

rapidez estaba segura de si Eike me encontraba allí, hurgando entre sus cosas, se

enfadaría mucho.

Hacía tan solo un mes que trabajaba en la biblioteca del señor Linden, un hombre

joven, alto e indiscutiblemente guapo. No se sabía mucho de él. Un año antes había

llegado al pueblo y había reabierto la vieja biblioteca del pueblo. No tenía pintas de

bibliotecario, de hecho no comprendía el porqué lo llamaban “señor”, no era mucho

mayor que yo, aunque bueno, supongo que imponía respeto. A pesar de sus dulces

rasgos Eike Linden era bastante distante, como si creara una barrera entre el y el resto

del mundo. Excepto conmigo. A mis padres no les hizo ni una pizca de gracia que me

contratara para trabajar en la biblioteca. Bien pensado, ¿cuál era la razón para

contratarme cuando todos los lectores que podían acercarse eran no más de una decena,

debido a, en fin, su especial carácter? Pero en aquel momento me pareció, al menos, no

mala idea y además el dinero no me venía mal. Así que les dije a mis padres que ya

tenía 17 años y que debían confiar en mi. Había sonado convincente.

Oí un ruido. Me giré y le vi. Estaba tras de mi, quieto, de pie, apoyado en el marco de

la puerta. Me fijé en su expresión, no parecía enfadado.

-Sofía, ¿qué haces aquí? ¿no sabes leer?- dijo señalando la placa metálica de la puerta

que rezaba: privado.

-Eike…yo no…yo…-no tenía ni idea de que decir, así que agaché la cabeza, muerta de

vergüenza y concluí-…lo siento.

Levanté la vista. Se acercaba a mi.

-Eh… que no pasa nada-le daba la risa.- que no te voy a comer ni nada parecido, que a

pesar de lo que digan todos esos pueblerinos no soy tan raro.-me dedicó una enorme

sonrisa.

-¿Con que te parecemos unos pueblerinos eh?.-pregunté aparentemente molesta.

Continuaba sonriendo. Decidí dejarlo pasar, sabía que lo había dicho en broma. Mi

mirada se perdió y se posó en el libro que había estado ojeando hasta que había llegado

él.

-¿Sabes qué?- se giró, tomó el libro y se volvió hacia mi-Voy a dejarte este libro- me lo

tendió y de repente, con el libro en mis manos volví a sentir la humedad.-Eres

inteligente y muy buena chica, creo que podrás entender y apreciar lo que este libro

significa para mí.- se acercó aun más-Además confío en ti, porque puedo confiar en ti

¿no?- me escudriñó con la mirada.

-Sí –al menos yo confiaba en él.

De camino a casa me encontré con Ralph. Era un poco pesado, había estado detrás de

mí en el colegio y se sentía muy protector conmigo, bueno eso decía él.

Hey! Sofía espera.- me alcanzó corriendo, resbalando en la calle mojada y tirando

todas mis cosas al suelo. Definitivamente era tonto.-¿y este libro?-preguntó sosteniendo

el libro que me había prestado Eike.

-Es mío, bueno me lo ha prestado el señor Linden.-dije tendiéndole la mano para que

me lo devolviera pero, como no, hizo caso omiso.

-¿Y de que va?-lo abrió, pero antes de que pudiera leer nada se lo arrebaté.

-Es privado Ralph. Es de su colección personal.-era un cotilla y ya me estaba cansando.

-Ese tipo es muy raro, yo que tú volvía, le tiraba el libro a la cabeza y no volvía más.-

concluyó.

-Ya claro, y luego vengo y te pido que te cases conmigo ¿no?-estaba enfadada. Yo

confiaba en Eike.

-Hombre no es preciso, pero si ese es tu deseo…yo no te voy a privar.

Lo que siguió fue una de esas muecas suyas que lo único a lo que pueden incitarte es a

vomitar.

-Vete a la mierda y déjame en paz. Puedo cuidar de mi solita.

Recogí mis cosas y me fui. Quizá me hubiera pasado un poco, pero que más daba…se

había quedado riendo, no se tomaba nada en serio.

Cuando llegué a casa me fui, alegando cansancio, directa a mi cuarto. Comencé a leer

el libro.

Era un diario, el diario de un chica rubia, menuda a la que le encantaban las plantas.

Pasaba el tiempo en el invernadero, donde conoció a su novio. Todo iba bien hasta que

un día Hanni, así llamaba a su guapo y educado chico, le trajo unas esporas que

prometían un planta preciosa. Aquella misma noche un de las esporas, transportada por

el aire, anidó en el interior de la chica. La planta la consumió poco a poco y fue Hanni

quien prometió cuidarla y buscarle un cuerpo para cuando ella dejara de respirar como

lo hacia entonces.

Me quedé dormida profundamente, con el libro entre mis manos, y supongo que fue

entonces cuando comenzó a salir. Finas ramas envolvieron mis manos, mis brazos. Me

desperté e intenté abrir los ojos, no podía, pesaban toneladas. Intenté moverme,

levantarme, sacudirme la infinidad de ramitas que ya envolvían mi cuerpo, gritar, pero

no podía, ya era tarde. Sentí como unas finas ramitas penetraban en mis fosas nasales.

Llegaron a mi cerebro envolviéndolo, horadándolo. Yo lloraba pero ni una sola lágrima

salió de mis sellados ojos. Sentía mucho dolor, mucho. Pero a los pocos segundos

acabó, no sentí más.

Mi ángulo de visión cambió. Me vi levantarme de la cama, bueno, vi a mi cuerpo

levantarse y recoger el libro que permanecía cerrado sobre la alfombra.

-Eh me gusta este cuerpo, Hanni lo ha hecho realmente bien.-¡¿qué?!

En ese momento abrió mi ventana y se precipitó al exterior. Afuera estaba Eike,

esperando. Cuando se encontraron se abrazaron, se besaron y se separaron para mirarse.

-Te he echado de menos.-dijo ella.

-Y yo. Siento haber tardado tanto pero es que no encontraba un cuerpo lo

suficientemente bueno para ti. Se que han sido muy duros estos dos años.-la miraba con

admiración.

-Bueno Hanni, no han sido los dos años más felices de mi vida eso está claro, pero el

hecho de haber estado nidada en mi diario, pudiendo deslizarme sobre nuestra historia

me ha ayudado mucho- miró mi cuerpo-..y bueno la verdad es que no esta nada mal..-

levantó la mirada- Te quiero.

-Yo si que te quiero- y la deslumbró con una de sus maravillosas sonrisas.

Estoy segura de que si hubiera visto este reencuentro en otro momento habría soltado

alguna lagrimilla, pero claro si valoramos que acababan de traicionarme y robarme mi

cuerpo sin además no tener ni pajolera de lo que se suponía que iba a pasar, hacerlo

entonces hubiera sido, como poco, ridículo e idiota.

-Lo único que me siento un poco mal por esa pobre chica.-vaya que considerada…

-Y yo. Vamos debemos irnos cuanto antes.-se volvió, levanto a la mirada hacia mi

ventana, y como si me estuviera viendo me susurró-: Adiós.

Y allí me quedé yo, viendo como se iban, con cara de gilí o lo que se supone que tenga

ahora.

1 comentario:

Juanjo dijo...

Está muy bien narrada, con mucho ritmo. Muy interesante este trabajo. Debéis seguir escribiendo porque se os da bien.