Abrí la puerta, miré atrás una vez más y me adentré en la habitación. Me movía con
rapidez estaba segura de si Eike me encontraba allí, hurgando entre sus cosas, se
enfadaría mucho.
Hacía tan solo un mes que trabajaba en la biblioteca del señor Linden, un hombre
joven, alto e indiscutiblemente guapo. No se sabía mucho de él. Un año antes había
llegado al pueblo y había reabierto la vieja biblioteca del pueblo. No tenía pintas de
bibliotecario, de hecho no comprendía el porqué lo llamaban “señor”, no era mucho
mayor que yo, aunque bueno, supongo que imponía respeto. A pesar de sus dulces
rasgos Eike Linden era bastante distante, como si creara una barrera entre el y el resto
del mundo. Excepto conmigo. A mis padres no les hizo ni una pizca de gracia que me
contratara para trabajar en la biblioteca. Bien pensado, ¿cuál era la razón para
contratarme cuando todos los lectores que podían acercarse eran no más de una decena,
debido a, en fin, su especial carácter? Pero en aquel momento me pareció, al menos, no
mala idea y además el dinero no me venía mal. Así que les dije a mis padres que ya
tenía 17 años y que debían confiar en mi. Había sonado convincente.
Oí un ruido. Me giré y le vi. Estaba tras de mi, quieto, de pie, apoyado en el marco de
la puerta. Me fijé en su expresión, no parecía enfadado.
-Sofía, ¿qué haces aquí? ¿no sabes leer?- dijo señalando la placa metálica de la puerta
que rezaba: privado.
-Eike…yo no…yo…-no tenía ni idea de que decir, así que agaché la cabeza, muerta de
vergüenza y concluí-…lo siento.
Levanté la vista. Se acercaba a mi.
-Eh… que no pasa nada-le daba la risa.- que no te voy a comer ni nada parecido, que a
pesar de lo que digan todos esos pueblerinos no soy tan raro.-me dedicó una enorme
sonrisa.
-¿Con que te parecemos unos pueblerinos eh?.-pregunté aparentemente molesta.
Continuaba sonriendo. Decidí dejarlo pasar, sabía que lo había dicho en broma. Mi
mirada se perdió y se posó en el libro que había estado ojeando hasta que había llegado
él.
-¿Sabes qué?- se giró, tomó el libro y se volvió hacia mi-Voy a dejarte este libro- me lo
tendió y de repente, con el libro en mis manos volví a sentir la humedad.-Eres
inteligente y muy buena chica, creo que podrás entender y apreciar lo que este libro
significa para mí.- se acercó aun más-Además confío en ti, porque puedo confiar en ti
¿no?- me escudriñó con la mirada.
-Sí –al menos yo confiaba en él.
De camino a casa me encontré con Ralph. Era un poco pesado, había estado detrás de
mí en el colegio y se sentía muy protector conmigo, bueno eso decía él.
-¡Hey! Sofía espera.- me alcanzó corriendo, resbalando en la calle mojada y tirando
todas mis cosas al suelo. Definitivamente era tonto.-¿y este libro?-preguntó sosteniendo
el libro que me había prestado Eike.
-Es mío, bueno me lo ha prestado el señor Linden.-dije tendiéndole la mano para que
me lo devolviera pero, como no, hizo caso omiso.
-¿Y de que va?-lo abrió, pero antes de que pudiera leer nada se lo arrebaté.
-Es privado Ralph. Es de su colección personal.-era un cotilla y ya me estaba cansando.
-Ese tipo es muy raro, yo que tú volvía, le tiraba el libro a la cabeza y no volvía más.-
concluyó.
-Ya claro, y luego vengo y te pido que te cases conmigo ¿no?-estaba enfadada. Yo
confiaba en Eike.
-Hombre no es preciso, pero si ese es tu deseo…yo no te voy a privar.
Lo que siguió fue una de esas muecas suyas que lo único a lo que pueden incitarte es a
vomitar.
-Vete a la mierda y déjame en paz. Puedo cuidar de mi solita.
Recogí mis cosas y me fui. Quizá me hubiera pasado un poco, pero que más daba…se
había quedado riendo, no se tomaba nada en serio.
Cuando llegué a casa me fui, alegando cansancio, directa a mi cuarto. Comencé a leer
el libro.
Era un diario, el diario de un chica rubia, menuda a la que le encantaban las plantas.
Pasaba el tiempo en el invernadero, donde conoció a su novio. Todo iba bien hasta que
un día Hanni, así llamaba a su guapo y educado chico, le trajo unas esporas que
prometían un planta preciosa. Aquella misma noche un de las esporas, transportada por
el aire, anidó en el interior de la chica. La planta la consumió poco a poco y fue Hanni
quien prometió cuidarla y buscarle un cuerpo para cuando ella dejara de respirar como
lo hacia entonces.
Me quedé dormida profundamente, con el libro entre mis manos, y supongo que fue
entonces cuando comenzó a salir. Finas ramas envolvieron mis manos, mis brazos. Me
desperté e intenté abrir los ojos, no podía, pesaban toneladas. Intenté moverme,
levantarme, sacudirme la infinidad de ramitas que ya envolvían mi cuerpo, gritar, pero
no podía, ya era tarde. Sentí como unas finas ramitas penetraban en mis fosas nasales.
Llegaron a mi cerebro envolviéndolo, horadándolo. Yo lloraba pero ni una sola lágrima
salió de mis sellados ojos. Sentía mucho dolor, mucho. Pero a los pocos segundos
acabó, no sentí más.
Mi ángulo de visión cambió. Me vi levantarme de la cama, bueno, vi a mi cuerpo
levantarse y recoger el libro que permanecía cerrado sobre la alfombra.
-Eh me gusta este cuerpo, Hanni lo ha hecho realmente bien.-¡¿qué?!
En ese momento abrió mi ventana y se precipitó al exterior. Afuera estaba Eike,
esperando. Cuando se encontraron se abrazaron, se besaron y se separaron para mirarse.
-Te he echado de menos.-dijo ella.
-Y yo. Siento haber tardado tanto pero es que no encontraba un cuerpo lo
suficientemente bueno para ti. Se que han sido muy duros estos dos años.-la miraba con
admiración.
-Bueno Hanni, no han sido los dos años más felices de mi vida eso está claro, pero el
hecho de haber estado nidada en mi diario, pudiendo deslizarme sobre nuestra historia
me ha ayudado mucho- miró mi cuerpo-..y bueno la verdad es que no esta nada mal..-
levantó la mirada- Te quiero.
-Yo si que te quiero- y la deslumbró con una de sus maravillosas sonrisas.
Estoy segura de que si hubiera visto este reencuentro en otro momento habría soltado
alguna lagrimilla, pero claro si valoramos que acababan de traicionarme y robarme mi
cuerpo sin además no tener ni pajolera de lo que se suponía que iba a pasar, hacerlo
entonces hubiera sido, como poco, ridículo e idiota.
-Lo único que me siento un poco mal por esa pobre chica.-vaya que considerada…
-Y yo. Vamos debemos irnos cuanto antes.-se volvió, levanto a la mirada hacia mi
ventana, y como si me estuviera viendo me susurró-: Adiós.
Y allí me quedé yo, viendo como se iban, con cara de gilí o lo que se supone que tenga
ahora.
Imágenes para pensar
Hace 10 años
1 comentario:
Está muy bien narrada, con mucho ritmo. Muy interesante este trabajo. Debéis seguir escribiendo porque se os da bien.
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